El tiempo corre lentamente y aún
no veo llegar la luz; sigo buscando camino para abrirme paso. Una semilla, tal
vez un fruto. Algo tiene que salir de este nudo. A mi mente vienen olores
difíciles de olvidar, sabores que un día pudieron encantarme, sentimientos que
nadie puede experimentar.
Recuerdo mi primer juguete: un
carrito clásico de colección que a la larga desapareció, mi perrita, compañera
de infancia. Mi pelota que por travieso termine volando; la caída en mi
bicicleta me animó a levantarme y jamás dejarme rendir; las risas, los retos
que yo mismo me ponía; caminar por las vías del tren, escalar montes de tierra,
jugar con los charcos de la lluvia, bañarse en lodo sin miedo. ¡Los papalotes,
los aviones de papel!, las caricaturas y las aventuras. Las fiestas en donde
tenía que animar a todos a bailar, me cansaba pero no podía parar. Mi primer
libro, la novela y la imaginación que experimente de chiquillo al saber de un
beso sin censura. Los viajes, las sorpresas, la escuela, los amigos, mis
enemigos y desconocidos que le han dado vuelta y giros a este pequeño mundo.
Los partidos, mis equipos, los proyectos que hice sin querer, las locuras, que
me han vuelto una Termita en Conalep, y que ahora me ha hecho trascender.
Porque si de mi pensamiento puedo
sacar, diría que de la escritura puedo confiar. Es como recordar lo que un
día y ahora sin mirar atrás.
Manuel Enrique Pulido López
Conalep Plantel Tehuacán
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