miércoles, 21 de noviembre de 2012

“El caballero y la joven Debra”



Había una vez una tierra ni tan extraña ni tan lejana, no era reino de princesas vanidosas y príncipes azules casi perfectos cuyas aficiones eran casar dragones y enamorar princesas de pueblos vecinos. Era un pueblo extraño, el sol se escondía con cada primero de mes y hacía sus modestas apariciones cuando las nubes se despedían del lugar, un leve verso trazaban entre los cielos y esos algodones blancos hacían espuma en el tapiz azul.


En cierto modo, a pesar de ser pobre jamás fue descortés con los demás, trabajaba en una lavandería y diario caminaba mucho para llegar a su trabajo ya que no tenía un caballo o una carreta para llegar, su papá hacía trabajos forzados cerca de una cárcel y no estaba en casa, cargaba piedras y había accidentes muy seguido. El rey de dicho lugar, quería construir una fortaleza más grande entonces los obligaban a realizar trabajos pesados, su vida era miserable, muchas veces apenas hacían una comida al día. Una ocasión hubo un derrumbe y las piedras cayeron sobre muchos trabajadores entre ellos estaba el papá de Debra, no sobrevivió al derrumbe junto con muchos otros.

Debra era la única responsable de su restante familia, haberse quedado sola en su pequeña cabaña y con sus dos hermanos fue de lo más duro para ella. Entonces comenzó a trabajar en la casa de una baronesa (así se les llamaba en ése entonces). Ella tenía que trabajar cuando la aurora daba sus primeros saludos, y hasta que el ocaso elevaba sus místicos colores abriendo escena para su amiga, la noche.

En una ocasión, ella salió muy tarde del trabajo; la noche era como la boca de un lobo, las carretas iban a prisa. Casi nadie estaba en las calles. Se escuchaba a lo lejos el aullido de los lobos y la despedida de las áves cuando van a dormirse, ella caminaba apresuradamente pensando en que sus hermanitos estaban en casa esperándola, con hambre sin haber comido y pasando frío, cuando de repente un ladrón se apareció y se paró en frente de ella, sacó un chichillo y la amenazó. Ella estaba atemorizada pero no quería ceder porque sabía que ese dinero era para alimentar a sus hermanos por una semana, entonces trató de luchar contra él, en ese momento llegó al rescate un joven ( no un príncipe azul, no se emocionen) sólo un príncipe sin capa, sin ropas lustrosas, solo, con su espada y su caballo. Debra se quitó de en medio y vió como el ladrón salió corriendo después de ser intimidado por la espada del joven, ella estaba atónita, quería darle las gracias pero en lugar de eso, su corazón no soportó la gran impresión y se desmayó. El joven corrió a su lado y la cargó, tratando de despertarla, cuando ella volvió en sí le agradeció por su prueba de caballerosidad y valentía, él le preguntó donde vivía para que la llevara en su caballo, pero ella le dijo que no había problema que podía ir sola a casa, debajo del alumbramiento de la luna, él se despidió de ella y un sentimiento de color carmesí nació ésa noche y con una mirada, ella se alejó.
Una noche, Diedra sintió un extraño golpe en su pecho justo en su lado izquierdo, era como cuando alguien toca la puerta y esperas paciente a que alguien te responda y te abra para poder entrar, ella lo veía imposible, enamorarse de cuyo caballero le había salvado la vida y que desde ésa noche, no le volvió a ver era una ilusión, sólo eso.
Sus hermanos eran apenas unos niños, llenos de esperanza pero la muerte de sus padres había sido fatal para los tres; una especie de fortaleza tenían en su corazón indomable, siempre íntegros en su actuar y siempre cautos y obedientes, Diedra trabaja muy duro para ellos, vivían en un reino muy injusto en el que el pobre era más pobre y el rico se convertía en más poderoso. Ya comenzaba el invierno, en esa época donde el blanco cubre el espacio y el frío penetra los poros de la piel, nieve y más nieve por doquier. Una tarde de invierno, Vastian el joven que le salvó la vida a Debra, la vió afuera de una tienda de abrigos, ella los miraba detenidamente, el cristal de la tienda estaba ya empañado y ella temblaba de frío; tenía una bolsa de pan en la mano y su bufanda era víctima del vaivén del viento, su mirada fija y observaba con precisión. Él se acercó por detrás y la cubrió con su capa de piel muy suave, ella se sorprendió pues no sabía quién era. Al voltearse vió que era su caballero, el dueño de sus pensamientos, allí justo frente a ella. Fue un instante de palabras mudas, un sentimiento más fuerte que el viento y más rápido que la luz, el rompió el silencio después de besar su mano fría, no le invitó un café tampoco le pidió su teléfono móvil, sólo la llevó en su caballo, cabalgaron por un rato y llegaron a un puente. El hielo había cubierto todo, el agua cristalizada brillaba con el esplendor de la luna, él la tomó de la mano y comenzaron a dialogar, el caballero parecía no darse cuenta del frío, sólo la escuchaba y la miraba con delicadeza. Después de un rato preguntó dónde vivía para llevarla a casa. En el camino él le contó quién era y dónde vivía, era noble. Un príncipe que no deseaba serlo, que estaba harto del modelo monárquico de su padre, y que pasaba su vida en las calles defendiendo a los débiles, era como un guardián de los desprotegidos.

Al llegar a su cabaña, sus hermanos ya estaban dormidos y el entró en su humilde casa para seguir dialogando, una especie de admiración sentía por ella al escuchar lo difícil que había sido su vida y su coraje para seguir adelante la hizo amarla más. La noche pasó entre risas, vivencias y secretos muy rápido. No se habían dado cuenta que los gallos comenzaban a cantar anunciando un nuevo día, él le pidió matrimonio y le dijo: Hace tiempo que te veo vivir, te veo pasar cuando regresas a casa, soy tu caballero pero no puedo esconderlo más, supe que te amaba cuando te vi por primera vez, tómame para toda la vida seré tu ángel por siempre. Ella no sabía qué decir, en realidad era todo lo que quería, y le dijo; soy una sirvienta que trabaja para sostener a sus hermanos, no soy de esas chicas de la corte que siempre va bien peinada o bien vestida, tú eres el heredero al trono ¿cómo te casarías con alguien como yo? Él la tomó del brazo y la besó, sólo la quería a ella, sólo la amaba a ella. El joven caballero estaba harto de las chicas egoístas que sólo querían un puesto de popularidad elevado. Él se fijó en ella por ser ella, por ser humilde, amable, buena, bondadosa toda una mujer de virtud.

Después de un tiempo se casaron, no hubo oposición de los papás de Vastian reyes del reino, y Debra llevó a sus hermanos con ella, su vida cambió y ahora estaba con el hombre que amó desde un principio y Vastian no podía estar más contento porque también estaba con la mujer que amó desde el primer momento en que la vió. No les diré que fue un final felíz, esos en mi parecer no existen, porque las mejores historias nunca terminan.

Itzel Rosas Caballero
Teziutlán

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