En las calles de Chiconcuac del
territorio mexicano, existe una variedad de comerciantes y entre ellos a la
cabeza del grupo le apodá “el rey”, lleva por nombre Daniel y tiene cinco hijas,
bellísimas señoritas. La más joven de ellas, Pilar, además de ser la más guapa,
poseía una voz hermosa y facilidad de convencimiento.
Cuando cantaba
en el puesto de su padre, la gente acudía para escucharla y a su vez compraban
mercancía del lugar. Pero además de cantar y convener a la gente, también
soñaba con salir de la comunidad hacia el D.F. para ver cuál es la vida que se
tiene en ese lugar y conocer el mundo y las atracciones que paseé , tal cual le
relataban sus hermanas mayores.
Pilar por fin pudo
salir a conocer el D.F.; después de escuchar los consejos que le dio su padre:
“Recuerda que ese territorio no es como el nuestro, sólo podemos admirarlo. Sé
prudente y no te sobresaltes al ver las diversas atracciones que ofrece el
lugar.”
Al subirse al
autobús con sus hermanas, al momento en que llegó se quedó boquiabierta. Todo
era nuevo y maravilloso para ella. ¡Fascinante!, Pilar era feliz. Pasados unos
minutos, pudo observar con claridad diferentes edificios con propagandas
demasiado llamativas y atracciones que no
se había imaginado ver; a su vez también oía el léxico que tenían en esa región
que era totalmente irregular. Quería hablar con todo mundo e ir a todos los
lugares posibles.
Pero empezó a analizar y se dio cuenta de que no
eran iguales y no tendría tema del mismo interés del cual pudiesen hablar, pero
continuaba observando los diversos aspectos que le llamaban su atención.
Mientras caminaban llegaron a pararse frente a un hotel y contemplaron una
fiesta que se estaba dando dentro, Pilar estaba asombrada plenamente por
aquello que estaba viendo porque eran costumbres diferentes a las que estaba
acostumbrada ver, pudo percatarse el motivo de la celebración y era el
cumplimiento de veinte años de un tal Jazael.
Se quedó
asombrada al ver al joven. Era de estatura mediana, moreno, delgado, de un
porte elegante y respetuoso, así tenía una sonrisa peculiar y muy atractiva.
Pilar sintió una extraña sensación de nervios, alegría y tristeza a la vez.
Algo que jamás
había sentido. La fiesta seguía hasta que de repente entraron unos ladrones y
asaltaron el evento; tomaron al joven Jazael, lo golpearon y después sacaron
rápidamente de la fiesta y lo aventaron a un basurero cerca del lugar.
Pilar corrió
velozmente para percatarse de todo y al ver que se iban los ladrones se acercó rápidamente
a él. Lo tomó entre sus brazos, comenzó a hablarle; pero al ver que no había
reacción alguna comenzó a cantar, mientras trataba de curar sus heridas con un
pañuelo que llevaba.
Luego oyó a lo
lejos un murmullo de voces que se aproximaban, obligándola a esconderse detrás
de los contenedores para no pudieran
verle. Desde ahí pudo ver como los amigos del joven lo ayudaron a recobrar el
conocimiento y agradecía a una joven por haberlo socorrido, aunque ella no era
la real ayuda que él había tenido.
Pilar volvió
junto con sus hermanas a Chiconcuac donde le platicó todo lo sucedido a su
padre. Después pasó varios días llorando en su habitación.
Se había
enamorado de aquel joven, pero sentía que jamás podría estar con él porqué
pertenecían a dos mundos diferentes.
Días después asistió
a la casa de una hechicera a obra de la Santa muerte. Quería que su padre la
mandara a estudiar al D.F. a cualquier precio. Hicieron un trato: Pilar
estudiaría en el D.F. pero a cambio la hechicera quería su voz, pero le
advirtió: “Si el hombre que amas no te hace caso, tú desaparecerás como el
polvo que recoge el viento y se lleva sin un previo aviso”.
Asintiendo a las
condiciones de la hechicera, aceptó venerar a la Santa muerte y tomar un menjurge
que había hecho, al momento se
quedó inconsciente. Cuando despertó se encontró tendida en la terminal del D.F.,
y a su lado estaba el joven de la fiesta que intentaba ayudarla a levantarse y
le dijo: “ven te llevaré a mi casa y te curaré”.
Durante los
días siguientes aprendió a comportarse y vestirse como los de la ciudad y asistía
a la misma escuela que el joven Jazael. Era su invitada en los eventos que participaba
pero como no podía hablar, no podía explicar al joven Jazael qué había sucedido
el día que el joven la ayudó.
El joven
Jazael no paraba de pensar en aquella bella joven que había ayudado y en
términos hasta la había salvado de algo peor. Pero el destino le reservaba otra
sorpresa.
Un día una
joven llegó a habitar la casa de enfrente. En la casa habita una joven que le
llamaba la atención del joven. Pilar sintió un agudo dolor en su corazón, y
pensó que perdería a Jazael para siempre.
El joven quedó
prendado de la joven , que no era otra más que la hechicera disfrazada, y al
haberle robado su voz, el príncipe creyó que era su salvadora de aquella
noche y se enamoró de ella.
-¡Pilar!, ¡Pilar!,
¡Pilar!, ¡Somos nosotras tus hermanas!, nos ha costado mucho trabajo poder
encontrarte en esta enorme ciudad pero venimos a decirte algo que te ayudará a
romper el hechizo, escucha con atención: Si besas al joven y lo haces que se
enamore de ti, se romperá el encantamiento.
Pilar corrió y
corrió hasta que llegó al salón donde iba a comenzar la celebración de la
ceremonia de boda. Se lanzó a los brazos del joven y lo besó, dejando a todos
boquiabiertos al ver tal acción de la joven.
La hechicera
se molestó porque al ver eso, ella empezó a recuperar su cuerpo y voz y así
pudiendo hablar con Jazael. La hechicera fue puesta ante las autoridades y Jazael
le pidió disculpas a Pilar.
Esa misma
tarde se celebró la boda entre Pilar y Jazael, todos contaron y festejaron por
la unión de estos jóvenes que se estaban amando con todo su corazón.
FIN.
Jamila Castillo García.
Teziutlán 153.
Contabilidad.
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