Sirenia
era una chica a quien desde niña, apodaban Sirenita vivía con sus
abuelos, pues sus padres se encontraban trabajando en Estados Unidos para poder
mandar dinero para su manutención y educación. Los abuelitos de Sirenia eran de edad muy avanzada por lo que
no podían estar al pendiente de la niña y aunque sus padres habían prometido
regresar pronto, no podían lograrlo con la rapidez que se necesitaba. La niña
tenía una tía llamada Úrsula, hermana de la madre de Sirenia, la cual se hacía
cargo de cobrar el dinero que sus padres enviaban mensualmente para la crianza
de la niña. Pero Úrsula no era una tía muy buena, más bien una mujer ambiciosa
y amargada; envidiosa de la suerte de su hermana, pues cuando eran jóvenes, el
muchacho que a Úrsula le gustaba le pidió a su hermana que fuese su novia y al
poco tiempo se casaron; razón por la cual la tía de Sirenia no le tenía mucho
cariño. Sin embargo y debido a que la madre de Sirenia desconocía tal rencor,
le confiaba la administración del dinero para su hija.
Sirenia
era una niña simpática y con muchos talentos, además sabía ganarse el aprecio
de quienes le rodeaban y esto hacia enfurecer a Úrsula, amen del parecido con
su hermana cuando era niña. Pasaron los años;
Sirenita estaba convirtiéndose en una hermosa muchacha esbelta con
largos cabellos ensortijados y ojos color verde aceituna que le daban un aire
misterioso a su mirada; su piel clara pero no demasiado, con una leve coloración rosada en sus mejillas.
Pero
el rencor de Úrsula hacia la niña no solo era infundado sino también ignorante,
pues ella como mucha gente creía en cosas de brujería y hechizos; para hacerle
mal de ojo a su propia sobrina, sin darse cuenta que sólo estaba desperdiciando
tiempo y dinero en cosas sin valor, porque no sólo gastaba su dinero, sino
también el de Sirenita, que con tanto
esfuerzo le confiaban sus padres.
Como
era de suponerse, los padres de Sirenita enviaron el dinero para la fiesta de
los quince años de su hija, mientras la tía Úrsula le había dicho a la chica
que sus padres apenas habían enviado lo necesario para una pequeña convivencia
familiar, (todo con tal de quedarse con parte del dinero y hacer cualquier cosa
para la celebración). De hecho la tía pensaba arruinarle la fiesta a Sirenita
no dejándola invitar a su amigos con el pretexto de que no había suficiente
dinero, y lo mismo haría para evitar que la chica eligiera el vestido que tanto
le había gustado, así que sirenita como buena hija comprendiendo que a sus
padres no les había alcanzado, se confirmó; lo importante era celebrar su misa
y estar con quienes la querían como sus abuelitos y su tía a quien estimaba
grandemente.
Pero
como el destino siempre recompensa a quienes no hacen mal, a Sirenita le llegó
su premio y sus amigos le consiguieron un salón para festejar ahí sus quince
años; otros se encargaron de los adornos, las mesas y el grupo musical. En fin,
todo estaba previsto para que el gran día no pasara desapercibido, sólo una
persona seguía planeando como echarle a perder la fiesta a su sobrina: la tía
Úrsula; pero así como el destino premia a los buenos también se encarga de
darle una lección a quienes han sido malos despiadados o que no han actuado
bien con sus semejantes. Y sucedió que los padres de Sirenia habían conocido a
una pareja que llevaban mucho tiempo viviendo fuera de México y querían tener
noticias de sus padres que ya eran bastante mayores y por coincidencia vivían
muy cerca de donde vivía Sirenita con sus abuelos, así que los afortunados
padres de la niña tuvieron oportunidad de
viajar a México para poder celebrarle la fiesta a su hija y no tuvieron
que pagar sus pasajes pues la pareja que encontraron aceparon gustosos pagar
sus boletos con tal de recibir alguna noticia de sus familiares para ponerse en
contacto con ellos al menos por teléfono.
Por causas de fuerza mayor los padres no pudieron
avisar la tía Úrsula ni a nadie que llegarían justo para la fiesta de su hija,
así que serían una gran sorpresa para la joven, quien no esperaba la visita de
sus padres; y desde luego para la malvada tía que ya había planeado estropear
la fiesta de su linda sobrina.
Y
el gran día por fin llego Sirenita se levantó como de costumbre con una sonrisa
en los labios, fue a saludar a sus abuelitos y les recordó que ya había llegado
el hermoso día. Les comentó que sus amigos habían alquilado un salón y también
un grupo musical, así que tenía que llevar la comida para ese lugar mientras se
duchaba y arreglaba para irse a la misa; en eso tocaron a la puerta: eran los
amigos de Sirenita, quienes habían llegado temprano para llevarse la comida al
salón y ocuparse de los detalles para la fiesta mientras la chica se cambiada y
asistía a su ceremonia eclesiástica en compañía de sus familiares, incluyendo a
la tía Úrsula quien desde luego, había planeado llegar tarde para que su
sobrina no pudiera irse de su casa. Pero sus amigos le consiguieron un coche
para que la transportara y le dijeron que se adelantara, que ellos se
encargarían de pasar por la tía. Esto desde luego que enfureció a la mala mujer
quien ya tenía prevista otra maldad para arruinar la fiesta, pero no contaba
con que los padres de la chica la estaban esperando en la iglesia puesto que
sabían la hora y lugar donde se realizaría. Así que cuando la tía llegó se quedó
helada de la sorpresa al ver a su hermana y cuñado acompañando a su hija, en el
altar.
La
misa terminó y todos se dirigieron al salón a festejar Sirenita se veía como
una princesa con su vestido azul turquesa y una hermoso peinado que resaltaba
sus hermosos ajos azules, sus padres estaba más que felices por haber llegado a
tiempo para esa gran celebración.
Y se preguntarán qué pasó con
la tía Úrsula. Pues bien, al notar que los padres de Sirenita estaban en la
misa, se deslizó hacia la puerta y se escapó pues sabía que los padres de la
niña le pedirían cuentas del dinero que ellos habían estado enviando para la
fiesta y no quiso esperar a que la confrontaran; así que huyó dejando una carta
en la puerta de la casa de sus padres (los abuelos de sirenita), quienes también
se encontraban en la fiesta. Pero fue tal su descuido, que al querer huir
resbaló por una escalera y se fracturó una pierna. Unos vecinos la encontraron
y llamaron a la Cruz Roja. Su hermana no se enteró sino hasta el siguiente día,
pues todos se fueron a festejar y regresaron muy noche. La tía tuvo que
permanecer una semana en reposo antes de poder moverse, así que los padres de Sirenita
la perdonaron con la condición de que repusiera el dinero que les había robado,
y la mujer, no teniendo otro remedio, aceptó firmando un documento con varios
vecinos de testigos.
Esto demuestra que la maldad no es buena y quien
cometa un error, debe pagar por ello o tratar de
repararlo, aunque personalmente recomendaría pensar bien las cosas antes de
tener que arrepentirse de los errores cometidos, espero les haya gustado la
modificación.
Por: Briseida Neri Bravo
ORIENTADORA
EDUCATIVA
CONALEP TEHUACÁN
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