En cuanto a una pisada, siempre
lleva una huella (escuchaste su voz en el eco de la arena). Te acercaste, lo
examinaste, lo tocaste y le pusiste por nombre Ruska, que
significa “colores de otoño”. Le preguntaste por su familia, pero no tenía; por
su hogar, pero no lo recordaba; te
cuestionaste si era un loco naufrago, pero no le tomaste importancia. Era un
simple punto, en medio de la nada sin pasado, sin pertenecer, sin rumbo, sin
mapa. Escribirías con el historia y marcarías su rumbo en piedra. Caminaste
junto al borde del abismo, en tu mundo
existieron un paralélelas. Tan axial, tan tuyo.
Sin civilizaciones enfermas de mente con problemas de aceptación al
prójimo, sin ése mugroso enfoque de competencia y aires de trivialidad, sin
esas estúpidas cárceles que matan en vida al ser privando de su derecho más supremo, la
libertad.
No tenías
horario, no vivías esclavo del reloj, no fuiste aprendiz de sus demandas sin
perdón. Fuiste libre, los adjetivos no señalaban, los verbos no dictaban, sólo
viviste sin tener la conciencia de ello, viviste sin cargar el universo. Tú no comías
a los animales, ellos te ensañaron el valor de convivir sin gobernar, ellos
amaban, ellos corrían sin terror a la mano y a sus atroces alcances. Y la
palabra dinero era desconocida, no había marcas, tampoco centros comerciales,
ni letreros de señalamiento que sofocan cuando manejas el automóvil. No viviste
en ese mundo hostil del que toda persona, tarde o temprano, desea escapar. Tu
tierra no era transformada por la avaricia interminable del raciocinio, y en sí
no fuiste humano, y a ciencia cierta no sabes qué eres, pero sabes quién eres.
Y a veces la noche duraba un día, a veces sólo
medio, y tu boca se llenaba de coros. Él seguía contigo, te miraba, lo mirabas,
a veces corrían juntos, a veces caminaban y al umbral que desnudó sus canciones
arrinconadas, empolvadas y puede que un tanto olvidadas. Él en tus sueños y tus
sueños en él, en palabras enmudecidas denominabas sus pensamientos y recordabas
aquel día, ése día que soñaron el uno con el otro, sin conocerse.
Y ésos
colores te guiaron por una estrecha vereda, y caminaban juntos, y el límite no
tenía unidad de medida, tiraron a la basura esas falsas sonrisas que opacaban
sus sombras, y el pintó tu sonrisa de colores, sopló en el viento aire
fluorescente y marcó huellas dentro de ti. Sus colores de otoño pintaron el
espacio, y caminaban juntos en el borde del abismo, sin tropezar, y sus ojos de
niebla y tus grilletes de ilusión bebieron y se saciaron, de amor. Y en realidad era tan curioso, como día a día nada cambiaba…Sin embargo miraron al pasado y todo era diferente,
miraron al pasado y sus pisadas se convirtieron en recuerdos que sólo sus labios
y tus labios conocieron.
Y en tu memoria hiciste mención de aquel día en que le hallaste, su mirada
vaga y ése carmín en sus labios, sus colores de otoño, los cuales te adoptaron
y desaforaron tus miedos, claro que la soledad no viene sola. Él era un
solitario pero lo encontraste dentro de ella, y en realidad no sabes a dónde
van, no, no lo sabes, pero sí sabes que aquí no pueden estar, y reflexionas a
veces; tu cabeza puede ser tu propia prisión, por eso caminaron, caminan lejos
porque sabes que las huellas de los que caminan juntos, jamás se borran,
entonces siguen sus colores y caminan al borde del abismo, sin tropezar. Y
dentro de sus palmas hallaste un sentimiento nuevo lo autoproclamaste tuyo y lo
registraste a tu nombre, comieron a la luna y colocaron el resto en su lugar,
por eso sonríe hoy.
Y retornaron, se miró a sí mismo como si fuera otro. Te miró, se miraron, ésas
palabras que gritan en silencio. Se embriagó de tu esencia, se volvió a ti, su
espalda, mapa de tus artes visuales, tus manos amantes de la superficie lisa de
ella, él invocó a la música, y ella fue a ustedes. Fueron párvulos otra vez,
detrás de las notas de una hechizante pieza y a través del círculo azul,
brillaron como luces de bengala y el placer lloró.
Y en un abrir y cerrar de ojos esfumas su retórica más marcial, porque tu
le amaste pero ayer serán sólo desconocidos, y ya no caminarás al borde del
abismo, y ya no vivirás sus sueños, y ya no vivirás más en ése calor irreal que
exterminaba todos tus argumentos de soledad, pero eso hacías, bebías el extraño
sabor de sus despedidas. Consiente. Loca. Medio loca y su mirada, su mirada que
humedece tus pupilas. Y en una palabra, te resumió el universo y lo que hay
dentro de él.