lunes, 26 de noviembre de 2012

me enseñó a comer quelites




Autobiografía

Cosas que sé de mí antes de nacer. Por años muchas cosas he escuchado acerca de mi vida, de cómo ésta se fue dando, sé que cuando mis padres se unieron eran muy jóvenes, mi madre tenía sólo 17 años y mi padre 19. Mi madre, Paulina Gómez Molina, es huérfana de madre desde los 4 años, mi padre Alberto Fabián Islas Escobedo, es huérfano de padre desde los 15 años. Las condiciones en que vivieron por varios años, fue de precariedad. Mi madre no tuvo apoyo de mi abuelo y tuvo que padecer las malas caras y tratos de sus cuñadas (mis tías). Mi hermana Edith, llegó cuando mi madre tenía 18 años y mi padre 20.

Mi madre lucho mucho por cuidarse de no tener más hijos (al menos por unos años más), en lo que se acoplaban y construían algo para vivir. No le quedaba un método para poder prevenir el embarazo. Durante 3 años, mi hermana fue hija única y le tocó ver muchas cosas desagradables, carencias, insultos, golpes, peleas, etc.

Un día mi madre notó (después de casi 2 años) que no le llegaba su periodo, se preocupó. Las cosas al momento eran mucho más complicadas, papá no tenía empleo fijo y mi madre era la única que trabajaba. Al ir a revisión le confirmaron: ¡nuevamente estaba embarazada! A mi padre no le pareció muy malo. Cuando yo nací (mi papá que ya había cumplido 23 años y mi madre 21) andaba dando serenatas a unas personas que vivían cerca de la casa. Con su compadre y amigo Don Victorino, habían acordado que de ser nuevamente niña le llamaría Wendolyne. Mi madre entró en trabajo de parto cerca de la 1 de la mañana. Corrieron a buscar a mi padre y al escuchar esto corrió, mientras Don Víctor le decía, ¡será niña y se llamará Wendolyne!. Me cuentan que curiosamente, cuando encontraron a mi padre, estaban iniciando a cantar la canción de la Rondalla del Saltillo que lleva por nombre Wendolyne.

Nací con la ayuda de una partera, Doña Fermina, vecina y amiga de mi familia (no cualquiera tiene el privilegio de conocer a quien le ayudó a nacer).  Doña Fermina le gritó a mi padre que fuera a preparan un té para mi madre y que antes viera cómo es que sufría una mujer al dar a luz, para que así la cuidara y evitara dolores futuros. Mi padre no aguantó. Salió a preparar el té y tardó mucho… Cuando llegó con el té, yo ya estaba afuera.

Crecí con mucha libertad en medio de mi encierro en la casa. Peleaba mucho con mi hermana Edith, quien sufrió de tener que cuidarme como mi madre, cuando salía a trabajar. Nos dejaba con muchas tareas por realizar. Cuando llegó Ana, la hermana que sigue de mí; tampoco se lo esperaban. Mi madre se confió por amamantarme y quedó nuevamente en espera de bebé. Ana Laura por muchos años me acompañó en mis soledades, llantos, alegrías. Tiene la capacidad de ser amorosa, franca y valiente. Finalmente llegó Fabiola, la última de cuatro hermanas, quien creció con facilidad, libre y llena de amor y apoyo.

Lo que me contaron. Ya no me llamaron Wendolyne, porque dice mi padre que perfería Verónica, pues así se llamaba una ex novia suya. Por esta razón, me costó mucho aceptar mi nombre en alguna época. Lo que mi hermana Edith nos cuenta es que por culpa mía, recibió en varias ocasiones no solo regaños, castigos, sino también, golpes y feos. Me cuenta que de niña yo fui muy protegida por mi padre y que cuando algo sucedía mientas mis padres salían a trabajar, cuando volvían se enteraban por mí, pero con grandes modificaciones. En la mayoría de las versiones que contaba, me ponía como víctima. Edith bromea de vez en cuando comparándome con la chilindrina.

Mi abuela paterna, me cuenta que desde pequeña he sido libre, apegada a ella, aseada y organizada. Cuenta que cuando me vio por primera vez, no me encontró parecido con mi padre. Que estaba muy pequeña y bastante belludilla, pero cuando crecí casi de inmediato recurrí a ella para aprender a cocinar, hacer tortillas, tlayoyos, mole, guisos, platillos que ella cocinaba a la perfección.

Mis padres me cuentan que realmente (ahora, a distancia de los acontecimientos), notan que fueron muy crueles y exigentes con nosotras, pero que jamás y nunca lo hicieron con alevosía, sino para protegernos, que no querían que nos humillaran o nos pasara algo que nos pusiera en peligro. Hablando de peligro, mi mamá me narra una anécdota que me eriza la piel. Cuenta que cuando yo tenía cerca de un año, era muy común en esas épocas que a Zaragoza (mi tierra natal), llegaran húngaros ó gitanos con las ferias. Dice que frente a la casa se ubicaron y que ella me llevaba en brazos cuando, de repente, una mujer de tez blanca, con naguas de colores vivos, con una cinta en la frente, cabello largo, largo, rubio y de ojos azules, se le acercó. Le preguntó si la bebé que llevaba en brazos era de ella y mi madre asintió. La gitana quiso tocarme y mi madre intento alejarse con rapidez, pero la gitana se lo impidió. Le dijo que quería que le regalara a esa bebé puesto que con ella estaría mejor, que no fuera tonta, que sabía por qué se lo decía, que de todos modos, algún día seria de ella ó que en su defecto, yo tampoco sería de mi madre pues me iría muy lejos. Mi madre se aterró, como pudo, con fuerza, salió empujando a la mujer y corriendo hacia la casa. Puso cerrojo y no salió hasta que llegó mi padre. Me cuenta que desde entonces, no le gusta ir a circos ó saber que los húngaros o gitanos están en el pueblo.

Las notas que hacían los maestros en las boletas de la primaria y secundaria, dice mi madre que son referentes de cómo yo era en esos tiempos. Mencionan que era muy solitaria, me aislaba, mencionaban que notaban mi inteligencia, artística, con solo el apoyo de mi madre, ausencia de mi padre, que era limpia y ordenada con mis cosas. Lo que más llamó mi atención fue una observación que hiso una maestra de sexto año, quien escribió, llegará muy lejos, pues tiene la capacidad de hacer lo que quiere, es libre, difícilmente hace mal algo que le apasiona o le gusta.

Lo que recuerdo. Recuerdo que me era motivo de tristeza ver a mis padres levantarse temprano para salir a trabajar, así como también el escuchar por las noches sus conversaciones de cómo es que le harían al otro día para alimentarnos o pagar los gastos. Guardo celosamente un recuerdo, en el que aún guardo la sensación de felicidad que destilaba todo mi cuerpo, cuando en una ocasión mi padre, al volver del trabajo, regresó con una caja llena de dulces y las cuatro nos llenamos de felicidad. Me recuerdo en una esquina de la cocina observando a mis hermanas comer, sin comer los dulces que hallaban, mientras yo degustaba un muégano (la primera vez que probaba uno). La textura chiclosa, lo pegajoso, arenoso y dulce de ese dulce marcó mi vida.

También me recuerdo la mayor parte del tiempo de mi niñez acompañada de mi abuela paterna. Ella me enseño a comer quelites, a hacer tortillas a mano, tlayoyos, etc., me mandaba con mis hermanas y primos a ofrecer casa por casa en el pueblo y vendíamos todo. Al final nos daba $5.00 y una gelatina. Desde muy pequeña aprendí a relacionarme con gente, a hablar, a trabajar y a escuchar. A los 8 años mi tía Toña (hermana muy querida de mi padre, quien hace 7 años falleció de cáncer), nos enseño su arte, su profesión y nos decía que era la mejor herencia que nos dejaría. Aprendimos entonces el estilismo profesional. A mis 8 años ya cortaba cabello, hacía permanentes (o bases), tintes, maquillaba, peinaba, hacía tratamientos capilares, pedicura, manicura, faciales, etc., claro que con un banquito como apoyo, porque era aún más pequeña que ahora. Nos llevaba a jornadas comunitarias, en donde hacíamos todo gratis a la gente que más lo necesitaba. Aprendí de mi tía Toña el ser solidario, el ayudar a toda la gente que pudiera, que jamás se niega un vaso de agua, comida y saludo.

Recuerdo que mis padres no tuvieron queja de mí, me comportaba como me educaron. Era responsable, educada y cumplida. Mis recuerdos de todo lo que me ha sucedido, se reducen en decir que haya sido como haya sido ó como lo percibí e interpreté, ha sido la mejor vida que me ha tocado vivir y de ser necesario la volvería a vivir tal cual, con los mismos puntos y comas de esta. He sido realmente feliz, creo que no me debe nada la vida y mucho menos la gente que amo y me rodea. ¡Estoy en paz!

EJERCICIO # 2

Nombre: Lic. Verónica Islas Gómez      
Plantel: 153 Teziutlán, Pue.
Cargo: Enlace Académico         


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