jueves, 10 de noviembre de 2011

Poema de Carlos Devis

Cuando era niño,
mis adultos me reprochaban,
porque yo no tenía dignidad.
Ser digno, me enseñaban,
es responder con rabia
a la rabia del otro.
Yo era ignorante y no pensaba que la rabia
de nadie era en contra mía.
Yo creía, que era sólo
su propia confusión.
Yo no sabía, era ignorante.
Aprendí a ser digno y comencé a sufrir…
Otro día, mis amigos me enseñaron,
que estar a la moda, era tener ropa
con un escudito que era elegante,
y que no tenerlo, me hacia menos
que los demás.
Mire mi ropa, yo me sentía bien
con mi camisa roja, pero no tenía escudo.
Aprendí entonces, que era menos, que yo
era menos que los demás, que no era elegante.
Y comencé a sufrir…
Otro día, mi maestro me dijo,
que si yo no tenía buenas calificaciones,
y no era de los mejores del curso,
no me podía sentir orgulloso de mí mismo.
Yo disfrutaba la escuela, pero mis notas
no eran nada especial.
Entonces, aprendí que no podía
sentirme orgulloso de mí mismo.
Alguna vez en mi adolescencia,
conocí a la muchacha más hermosa
de este mundo, nos acercamos,
nos descubrimos y antes de que
parpadeara de nuevo, cada uno
tomó su camino.
Pensé, que había
sido maravilloso, que el ciclo estaba
completado.
Pero los que sabían de amor me enseñaron,
que yo era inestable y disfuncional.
Recordé mi relación, con mis encuentros
y desencuentros, a veces la amé a veces
la odié, como el día y la noche,
creía que era normal,
pero ellos sabían mas de amores.
Entonces, aprendí a sufrir en mis amores…
Después cuando papá se fue de la casa
yo me sentí feliz,
porque el no parecía feliz en la casa
y aunque era un buen
hombre, por sus propias razones quería
seguir su camino.
Yo pensé que papa se había ido
pero me enseñaron que papá
me había abandonado;
que me faltaba un papá.
¡¡Yo no sabía !! yo me sentía
completo con mamá.
Pero los que sabían de afectos
me ensenaron que debería llorar
y sentirme triste si alguien partía
Si no lloraba yo no era normal,
porque no expresaba mi rabia
y mis sentimientos.
Entonces busqué mi rabia
y lloré con fuerza cada vez
que alguien partió de mi vida.
Fueron muchas lágrimas
porque la vida esta plena
de saludos y despedidas
Un día un amigo, a quien todos
llamaban distinguido,
me enseño que existía la comida
exquisita, los sabores refinados,
que había gente ordinaria que no
Sabia valorar un buen plato.
Yo hasta ese momento, disfrutaba
con entusiasmo y gratitud,
cualquier plato de comida que la vida
generosa, me pusiera en frente a la hora
de la cena.
Pero aprendí, que yo era ordinario
y que debía estar feliz , sólo cuando
tuviera un plato de comida exquisita
en frente y para ser más refinado
debería criticarla.
Lo mismo, me enseñaron con los vinos
y la música.
Con la casa en la que vivía.
Me parecía tan lindo mi cuarto,
me gustaban los vecinos,
Yo me sentía feliz con mi casa.
Pero me enseñaron, que si
quería ser feliz, tenía que buscar
una casa más grande.

Aprendí que no podía ser feliz
hasta que no la tuviera, pero
aunque la conseguía, siempre
había otra más grande que no
me permitía ser feliz.
Un día leí un libro y me encantó,
leí otro y otro, me descubrí
y me encontré de otra manera.
Entonces alguien que leía muchos libros,
me dijo que si quería sentirme
culto, tenía que leer algo que
al leerlo me pareció enredado
y tormentoso.
Aprendí a ser culto y deje de leer
lo que a mí me gustaba y leía lo que
otros decían.
Hoy, que tengo los pelos blancos
me doy cuenta que quiero
ser ignorante de nuevo.
Quiero tocar la mano de quien
quiera, mirar a sus ojos y a su alma
ignorando su pasado o el mío.
No quiero saber que hace o cuanto
gana el otro, sólo quiero saber,
como es un regalo para mi vida,
como es un maestro, que me envío
el universo para ayudarme a ser más feliz.
Me encanta de nuevo mi camisa roja
sin escudos y esas medias viejas.
No quiero saber de comidas exquisitas,
sólo sentirme inmensamente feliz
de poder comer, disfrutar el sabor
de una fruta fresca, o el sabor amoroso
de una cucharada de sopa tibia.
No quiero saber en qué barrio vivo,
porque este es perfecto.
Sé, que mi cama me recibe
cada noche.
Ahora sé, que todo lo que quiero
es ser feliz y no necesito
saber nada.
Todo que necesito para
ser feliz, lo sé ya
y... en verdad, siempre
lo había sabido.

Poema enviado por Maricela Onofre
Ciudad Serdán

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