Personajes:
GIGOLÒ
MESERO DEMONIO ANGEL BUENO
FREDY GEMELAS FANTASMA PRINCESA
Esta historia tiene de todo: tragedia, llanto,
alegría, enojo, muerte. De todo un poco. Bueno, comenzaremos.
En una casa muy hermosa por fuera de
la calle Hidalgo, vivía un gigoló, el
más prestigioso de la ciudad. Él y su primo eran inseparables, como uña y mugre.
Su primo era Fredy, un joven que estaba con él casi siempre.
La aventura comienza un día muy
bonito, el gigoló estaba planeando una salida en la noche a una fiesta a la que lo habían invitado, y pues claro,
planeaba llevar a su primo para divertirse un rato, pero él no sabía dónde era
la fiesta. Sólo sabía que dos amigas la estaban organizando; sólo le dijeron
una vez y él se hizo del rogar y quedó en avisarles. Les habló en la mañana
para que le dijeran detalles pero insistieron que si queríamos ir, primero
debíamos de invitarlas a comer a un lugar muy bonito. Mi primo aceptó.
En la tarde nos encontramos con ellas
en el lugar más hermoso de la ciudad para comer en los tlacoyos, y les
explicaron los detalles pero había un pequeñísimo problema: ese mismo día le
había prometido a una princesa que la iba a invitar a comer a su casa. Regresamos
y de pronto, entre las tinieblas, apareció un demonio y entre las nubes se
abrió paso un ángel y se sentaron en el sillón a los lados de mi primo. Y yo sólo
observaba. El demonio empezó a decirle: −Mira, en la fiesta habrá chicas, habrá
agua, miel…¡Ay, habrá tanta comida deliciosa! Piénsalo: tacos al pastor, tacos
de carnitas, gorditas, tamales…¿qué más puedes pedir? y con tu princesita vas a
tener berrinches porque ya sabes que es una berrinchuda de primera. Siquiera tendrás
que sacar unos cinco mil pesitos entre lo que coma, (que si quiere caviar, que
si quiere un poni, que si quiere cualquier aparatejo) y a la mañana siguiente
habrá desaparecido y no la volverás a ver hasta que se acabe el dinero que te
robó.
El ángel bueno respondió: −Ammh, no
pues él tiene buenas razones, sí. Lo apoyo, ve a la fiesta y deja votada a la
princesa. Y pues Fredy se quedó con cara de qué. ¿No acaso el ángel bueno debe
aconsejar que se deben hacer cosas buenas y no malas? Pero en fin, a él no le
importaba si se divertían. Estaba encantado.
El gigoló y Freddy quedaron en verse
en un castillo para otra fiesta; fueron a las ocho treinta de la noche al
castillo; bailaron un poco, pidieron algunas bebidas e hicieron amistad con un
camarero que estaba por ahí, sirviendo y sirviendo bebida para ellos.
Salieron del castillo algo perdidos
por el agua miel que les había obsequiado el nuevo amigo; de ahí fueron a la
casa de las gemelas para ver qué había pasado con la fiesta, ¿cómo llegaron a
la casa?... quién sabe. Muchos de sus amigos dijeron que Fredy y el gigoló,
besaron a un poste de luz pensando que era Beyonce y la otra Madonna; llegaron
a la casa para no encontrar nada. Sólo un basurero enorme y unos vasos llenos
de vino tinto. Se los tomaron de trancazo. Vieron que toda la habitación se
movía; en el último momento, vieron al camarero, a las gemelas y a la princesa
riéndose como desesperados.
Ahora explicaré qué pasó. Resulta que
las gemelas y la princesa eran hermanas, y el camarero, era el novio de las
gemelas y habían planeado algo muy malo. Ellas ya se anticiparon a que iban a
ir a un antro y sabían a cuál, el camarero iba a estar ahí para que las últimas
bebidas que tomaran ellos, por cortesía del castillo, les habían rociado polvos
mágicos que los hicieron perderse y marearse más de lo normal. Las gemelas, la
princesa y el mayordomo sonrieron con cara de traición hacia ellos mismos.
Llevaron al gigoló y a Fredy a una
catacumba en las afueras de la ciudad y los pusieron en una silla de metal que
estaba clavada al piso. Ataron a los dos con un lazo que le habían quitado a un
puerco y los dejaron ahçi, con un beso que les dieron las gemelas y la princesa.
Pero la peor parte le tocó al gigoló, pues el mesero lo beso en la mejilla y lo
vio con cara de: regreso más al ratito. Las gemelas, la princesa y el mesero,
sacaron una botella y sirvieron una bebida para cada uno, pero cada uno había
envenenado su bebida para que sólo uno quedara en pie y se quedara con todo el
dinero que le habían quitado a esos pobres incautos. Los cuatro bebieron
esperanzados a que uno quedara. De golpe cayeron los tres desmayados.
Despertaron el gigoló y su primo
atados a la silla y empezaron a roer el lazo del puerco y tardaron dos días y
medio para que el lazo se rompiera y pudieran salir de ahí. Salieron con el
dinero y dejaron atados al mesero, a las gemelas y a la princesa a la misma
silla con otro laso que le habían quitado a un perro. Las gemelas, la princesa
y el mesero, sólo habían quedado dormidos por tres días por que resultó que no
era veneno sino polvos mágicos para dormir. Salieron de ahí sólo con sus
calzoncillos y una camiseta rosa y se fueron caminado a la ciudad sin verse
siquiera a los ojos. Entraron a la ciudad y de pronto había un desfile gay que
iba pasando y los vieron con cara de:¡Qué papotes! Nos encontramos los dos quienes
corrieron como desesperados a su casa, se dieron una ducha porque se sentían
asqueados.
A los tres días el gigoló fue a la
casa de Fredy para platicarle un asunto, llegó y dijo lo siguiente: −Oye primo,
conocí a unas trillizas y me invitaron a una fiesta. ¿Cómo ves? ¿vamos? Fredy se
le quedó viendo con cara de: ¿qué?, ¿no aprendiste la lección? y le respondió: Dame
cinco minutos, me voy a cambiar y salgo ¿va?
Alfredo López Ortega
Conalep 153
Teziutlán Puebla
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