Maryta era la hija mayor de cuatro hermanos, del
molinero del pueblo; un hombre bueno y ya entrado en años que poseía un pequeño
huerto donde sembraban hortalizas y
algunas frutas que la madre de Maryta vendía en el castillo del Rey
Alfonso. Pero un día, el padre de la niña se enfermó por mucho tiempo y no pudo
seguir trabajando en su huerto; así que la madre de Maryta vendió los pocos
animales que poseían y alquiló el molino para conseguir las medicinas y pagar
al doctor que atendía a su esposo, pues en esa época era muy caro traer un
doctor al pueblo, los pocos que existían cobraban muy caros sus servicios.
Maryta
y su mamá fueron a pedirle trabajo al Rey en su cocina, lo que consiguieron
sin ningún problema como ayudantes de
cocina y aunque ellas se encargaban de la limpieza de trastes y pisos, la
jovencita que era muy lista, no perdió detalle de la preparación de los
platillos que ahí se cocinaban, pero en especial de los pasteles. Pues tenía
una gran fascinación por aprender a cocinarlos; así que de vez en cuando, se
ofrecía a ayudar ala pastelero del rey.
Un
día que se preparaba un gran banquete real, para festejar el cumpleaños del
hijo menor del Rey el chef encargado de la cocina, llegó bastante borracho por
una discusión que había tenido con su esposa y sin querer resbaló con un balde
de agua que estaba cerca de la puerta y
al momento de caer, se llevó consigo el mantel de la mesa principal, haciendo
un monte de ollas volcadas, platos rotos, espaguetis humeantes y uno que otro
postre que ya estaban listos para servirse. Todo quedó en silencio absoluto
solo pedrito un ayudante de la cocina alcanzó a gritar mientras se tapaba la cara con las manos pues él había
dejado el balde de agua cerca de la puerta, y temiendo lo peor, salió de la
cocina avergonzado y llorando por el pasillo de la puerta trasera. Todos se
pusieron nerviosos y el cocinero se desmayó. Entonces la madre de Maryta pidió
a las demás que le ayudaran a cocinar
los platillos y postres que se habían arruinado. Así lo hicieron y el banquete
se celebró con un poco de retraso pero como los invitados del Rey llegaron
tarde. Nadie notó la llegada de los platos que faltaban.
Al siguiente día, el encargado
de la cocina preguntó cómo habían hecho para reponer lo que se perdió, y todos le contaron que entre Maryta y su mamá habían
cocinado los pasteles, espagueti y demás viandas que faltaban. Explicaron que el
muchachito que había dejado el balde en la puerta no lo hizo a propósito, el
gran chef se disculpó por haber llegado borracho, volvió a llamar a Pedrito.
Desde ese momento Maryta se convirtió en la ayudante
del cocinero y aprendió muchas cosas hasta que por fin le llegó su
oportunidad. Resulta que muy pronto sería el cumpleaños del Rey quien ordenó que se preparara un gran festín para
celebrarlo con sus amistades, pues este soberano, era reconocido por los
cortesanos por ofrecer los más deliciosos postres y suculentos platillos. Así
que el chef le pidió a Maryta que
elaborará los postres preferidos del rey también que ayudara con el gran pastel de cinco pisos de un sabor distinto cada uno, pues al rey le
encantaban todos los postres y era un verdadero glotón.
Al finalizar el banquete, todos
quedaron maravillados con la exquisitez de los pasteles y le pidieron al rey
Alfonso mandar traer al chef para
felicitarlo. En un momento llegó el gran chef acompañado de Maryta y ambos
fueron distinguidos como embajadores de los pasteles y a la chica la nombraron Chef
Real del Castillo los meses pasaron. Pronto la joven se iba convirtiendo en
experta en el arte de la repostería, la
gente comía sus pasteles y postres, los elogiaba con gusto; y sucedió que uno
de los primos del rey que iba a ofrecer un banquete en su casa, le pidió al rey
Alfonso le prestará a uno de sus cocineros reales para encargarse de los postres en su castillo,
pues su chef ya estaba demasiado grande de edad y quería deleitar a sus
invitados con los postres que su primo les había convidado en sus reuniones, el
rey aceptó con la condición de que sólo
se llevaría a Maryta por un tiempo, mientras su primo encontraba quién ocupara
el puesto, sin imaginar que precisamente la jovencita era quien tenía el sabor
en las manos.
Al
igual que en ocasiones anteriores, la cena fue un éxito. Duques, Reyes, Varones
y Condesas, quedaron fascinados con los postres que degustaron, pero como nunca
falta un envidioso, una de las sirvientas del palacio real a donde había sido
invitada Maryta a cocinar, planeaba cómo hacer quedar mal a la joven quien ya casi cumplía sus diecisiete años. Pero
sucedió que en una de esas fiestas, un primo del sobrino del Rey la vio pro primera vez y se
enamoró al instante de la jovencita que a parte de ser bella, cocinaba los
postres más deliciosos y le pidió a su madre le permitiera visitar a su tío
para poder encontrarse con la joven. Al Rey no le sorprendieron las frecuentes
visitas de su sobrino puesto que él y su esposa nunca tuvieron hijos e incluso
le causaba regocijo que a su sobrino le interesará meterse a la cocina a
curiosear un poco con el pretexto de
aprender cómo se preparaban las exquisiteces culinarias, por lo que no vio nada
en particular el que su sobrino frecuentara a Maryta.
Pasaron los meses y la chica
tenía que regresar al servicio de su antiguo rey, pero Charles (el sobrino del
rey) y ella, se encontraban totalmente enamorados y tuvieron que confiarle al
Rey sus anhelos y desesperación por seguir juntos. El rey, que era un hombre
bondadoso, apreciaba a su sobrino sobre manera y deseaba hacerlo feliz pero
bien sabía que sus parientes no aprobarían esa unión. Así que decidió algo que
le llenaría de satisfacción, pues nos sólo conseguiría una hija, sino también
un heredero para su trono. Mandó traer a la madre de Maryta y le comunicó que
adoptaría a su hija como propia y que esto sería bueno para ella pues obtendría
un título que nadie le quitaría y la convertiría en Reyna, pues la chica estaba
enamorada de su sobrino y al casarse se convertiría en Reyna, pero sobre todo lo
hacía para que la familia de su sobrino la aceptara pues su cuñada era muy
conservadora y no dejaría que su hijo se casara con alguien que no fuese de la
realeza. La madre aceptó, y la boda ser realizó con gran pompa y así fue cómo
las manos mágicas de Maryta le consiguieron un rey, un trono y la felicidad
junto a su príncipe que a pesar de no ser azul, tuvo la suerte de encontrar una
gran cocinera, repostera y madre de sus hijos pues tuvieron tres, dos bellas
niñas y un varoncito, juntos gobernaron con benevolencia y prosperidad el reino
que les fue heredado.
Por: Briseida Neri Bravo
ORIENTADORA EDUCATIVA
CONALEP TEHUACÁN
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