lunes, 3 de diciembre de 2012

EL GATO CON BOTAS


Todo comenzó en el tranquilo pueblo de Tijuana. Un narcotraficante muy famoso y temido de ese pueblo murió  y dejó a una hija y a dos hijos huérfanos que se encargaran del negocio de la familia. A uno en las escrituras que había dejado su papá, le había dejado todos los sembradíos de droga; a la hija le habían dejado todas sus casas y cincuenta billones de pesos; y finalmente al hijo más querido del padre (al que habían intentado matar solo dos veces), le dejó su más preciado tesoro: un amigo que era flaco feo y escuálido y no con muy buena vista, y el hijo se quedó de a seis porque creyó que era una broma. Pronto se dio cuenta que era realidad y quiso echarse el lazo al cuello pero el hombre le dijo “oye amigo a que no sabes que yo hice que tu padre hiciera todo ese dinero. Mira, haremos algo: tú consígueme unos lentes y te juro que te ayudaré en lo que pueda. ¿va?” entonces el hijo del narco con tremenda alegría le consiguió sus lentes y el gato dijo:
Narco: Ora sí, ¿qué quieres? dime lo que quiera lo tendrás.
Joven: Mira, hace tiempo llevo observando a una chica que tiene el nombre más hermoso del mundo (suspirando): Pancracia 
Narco: No pues  sí. Entonces, ¿en qué quieres que te ayude?
Joven: Pues mira, hasta donde sé ella solamente anda con quien ha vendido más de tres toneladas de droga y tiene como mínimo, más de 10 millones de pesos.
Narco: ¡Ah, bueno!, nada más ¿verdad? 
Joven: Pues sí
Entonces en ese momento el narco planeó algo que era infalible para que Pancracia le hiciera caso. Al otro día el narco fue a la casa de la muchacha con un costal lleno de cosas maravillosas. Llegó a la mansión y anunció: −¡¿Qué onda raza?! Escuche todo el que oiga: mi patrón me ha enviado para traer esto a Pancracia−. Sacó treinta botellas de aguardiente de la mejor calidad y ella quedó encantada y dijo:
Pancracia: Gracias. ¿Pero quién es tu patroncito del que tanto hablas?
Narco: Mi patrón es el más peligroso de todito México. Tiene tantos sembradíos que nunca alcanzaría tu vista para ver un final, es el que tiene más control del el gobierno, es el más fuerte, el más audaz; con sólo mencionar su nombre los zetas tiemblan como niñitos asustados.
Pancracia: Me gustaría conocerlo (suspirando).
Narco: Paciencia carnala, ya llegará el momento de conocer a mi patrón.
El narco se fue muy contento de ahí porque parecía que su plan estaba funcionando a la perfección. Comenzó la segunda fase de su plan y llevó al joven a una cantina que era muy visitada por Pancracia y lo desnudó dejándolo con sus bóxers con flores y dijo:
Joven: Explícame de nuevo por qué tengo que estar desnudo en un bar ¡y entre tanto borracho!
Narco: Calla que comenzará la segunda etapa de mi plan.
De pronto entrando por la puerta llega Pancracia, el narco se le acerca y le dice muy extenuado:
Narco: Señorita Pancracia, rápido, necesito su ayuda. Fíjese que  mi patrón, (del que le conté la otra vez) se ha visto envuelto en una balacera y ha perdido toda su ropa porque la han desgarrado y está desnudo.
Pancracia: ¡Qué pena! Veré qué puedo hacer. ¡Hey tráiganse ropa para este gentil ser humano! Toma, espero que sea de tu medida (al joven).
Joven: Muchas gracias.
Pancracia: Oye pero tú no eres como me lo ha descrito tu amigo. Él me ha dicho que eras el más aterrador de todos los narcotraficantes y yo sinceramente te veo p´al perro.
Narco: Perdóneme por interrumpir señorita Pancracia, pero no siempre importa el cuerpo o la cara o los ojos o … bueno en fin importa la maña.
Pancracia: En eso sí te he de decir que sí. Entonces joven, ¿podría saber su nombre?
Joven: Mi nombre (tonto por la belleza de Pancracia)…
Narco: Mi patrón se llama Javier de la Concepción Espinoza García de la casa de los López.
Pancracia: Pero bueno, ¿quieres que te de un raid a tu casa?
Joven: Tatatatatata
Narco: Perdón por la idiotez de mi patrón, el quiso decir por supuesto que sí.
Pancracia: Me parece un poco raro tu patroncito este. Debo decir que odio las mentiras; y los que han osado mentirme se encuentran en el Río Bravo y no muy vivos que digamos.
Narco:¡oh, no! Por supuesto que nunca le mentiríamos. Es sólo que mi patrón es un poco tímido (sarcástico) y no se podría resistir a tanta belleza como lo es usted. 
NOTA: la joven Pancracia pesa ciento cincuenta kg, es morena y tiene una cara de los mil diablos.
Pancracia los lleva en su FORD lobo a los dos. El narco muy nervioso pues el joven no tiene ni dónde caerse muerto, de pronto se le viene a la idea un plan.
Pancracia: Entonces… ¿dónde los tiro?
Narco: Pues…
Pancracia: Órale m´ijito porque no tengo tu tiempo.
Narco: Dos cuadras más adelante encontrarán una casa de cuatro pisos con portones de acero y con muchas ametralladoras a los lados.
Pancracia: Espera un momento (aterrada) ¿Ésa no es la casa de los Juárez, los más peligrosos de esta tierra?
Narco: Esa misma.
Pancracia: ¿Sabes? Me casaría con quien fuera si incendiaran esa casa y me trajeran a don Sebastián con ustedes, pero bueno, creo que Dios no concede antojos ni endereza jorobados… ¿verdad?
Narco: (pensando) Aja, sí…
Pancracia: Bueno, por aquí los dejo porque no me quiero meter en problemas.
Narco: Muchas gracias señorita Pancracia
Pancracia: Bueno, me despido.
Se baja del coche, toma al joven y le da un beso en la mejilla. El joven se desmaya. Pancracia sube a su camioneta y se va dejando una nube de polvo a su alrededor. Se quedan los dos parados en esa esquina.
Joven: ¡Qué mujer! ¿no lo crees, mi amigo?
Narco: (sarcástico) ¡No, sí! Qué mujer. Bueno, creo que he pensado en un plan y es el más fácil del mundo. Lo que tienes que hacer es: quemar la casa de los Juárez que son los más temidos del pueblo y llevar a don Sebastián a la casa de Pancracia. Pero claro, contando que tiene a mil hombres protegiéndolo hasta cuándo va al baño. Pero sé que lo vas a lograr.
El joven reacciona de a golpe.
Joven: ¡¿Que qué tengo que hacer?!
Narco: Lo que acabas de escuchar. Pero no temas, yo te ayudaré.
Al otro día el narco entra a la casa de los Juárez y pide hablar con don Sebastián pero ya con su astuto plan.
Sebastián: ¿Qué quieres? ¿Qué no ves que se acerca Navidad y año nuevo y que tengo que hacer muchos cuetes?
Narco: Sí, de hecho a eso venía. Quería comprarle unos cuantos cuetes.
Sebastián: En ese caso sígame y veremos la mercancía.
Bajan por unas escaleras tan largas y sombrías donde nunca toca el sol y se ve una puerta al final del pasillo. Entran y el narco se queda babeando porque hay tanto cuete como el que nunca había visto en su vida.
Sebastián: ¿Por qué esa cara? ¡Ah, ya sé! Estás sorprendido ¿verdad? Sí, esa sensación causan mis cuetes.
Narco: Sí, claro.
De pronto prende un cigarro y lo avienta hacia los cuetes agarra a don Sebastián y se envuelven en una sabana resistente al fuego. La casa de don Sebastián sale volando por los cielos así como el  narco y don Sebastián.
El narco llega con el joven y con don Sebas los dos achicharrados.
Joven: Narco, eres mi ídolo ¿cómo te lo puedo pagar?
Narco: Sólo llévaselo y sé feliz mi amigo.
Los dos van hacia la casa de Pancracia y le llevan a don Sebastián, abren las puertas y don Juan (que era el padre de Pancracia) queda atónito y le sonríe, y, sin dudarlo, le ofrece la mano de su hija el joven, quien se alegra y el narco también.
Pero, después de un año de maltratos sin sentido de Pancracia y le dice al Narco: Oye amigo un último favor: ¿me puedes llevar al Río Bravo? (el joven iba con un tabique atado a su pie)
Joven: Es que este amor durará hasta que yo viva y pues ya me harté así que: adiós a mi vida.
Narco: Si así tú lo quieres, vamonos p´al Río Bravo.

Y este cuento se acabo

Alfredo López Ortega
Conalep 153
Teziutlán Puebla  

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