Todo comenzó en el tranquilo
pueblo de Tijuana. Un narcotraficante muy famoso y temido de ese pueblo
murió y dejó a una hija y a dos hijos
huérfanos que se encargaran del negocio de la familia. A uno en las escrituras
que había dejado su papá, le había dejado todos los sembradíos de droga; a la
hija le habían dejado todas sus casas y cincuenta billones de pesos; y
finalmente al hijo más querido del padre (al que habían intentado matar solo dos
veces), le dejó su más preciado tesoro: un amigo que era flaco feo y escuálido
y no con muy buena vista, y el hijo se quedó de a seis porque creyó que era una
broma. Pronto se dio cuenta que era realidad y quiso echarse el lazo al cuello
pero el hombre le dijo “oye amigo a que no sabes que yo hice que tu padre
hiciera todo ese dinero. Mira, haremos algo: tú consígueme unos lentes y te
juro que te ayudaré en lo que pueda. ¿va?” entonces el hijo del narco con
tremenda alegría le consiguió sus lentes y el gato dijo:
Narco: Ora sí, ¿qué quieres? dime
lo que quiera lo tendrás.
Joven: Mira, hace tiempo llevo
observando a una chica que tiene el nombre más hermoso del mundo (suspirando): Pancracia
Narco: No pues sí. Entonces, ¿en qué quieres que te ayude?
Joven: Pues mira, hasta donde sé
ella solamente anda con quien ha vendido más de tres toneladas de droga y tiene
como mínimo, más de 10 millones de pesos.
Narco: ¡Ah, bueno!, nada más ¿verdad?
Joven: Pues sí
Entonces en ese momento el narco
planeó algo que era infalible para que Pancracia le hiciera caso. Al otro día
el narco fue a la casa de la muchacha con un costal lleno de cosas maravillosas.
Llegó a la mansión y anunció: −¡¿Qué onda raza?! Escuche todo el que oiga: mi
patrón me ha enviado para traer esto a Pancracia−. Sacó treinta botellas de aguardiente
de la mejor calidad y ella quedó encantada y dijo:
Pancracia: Gracias. ¿Pero quién
es tu patroncito del que tanto hablas?
Narco: Mi patrón es el más
peligroso de todito México. Tiene tantos sembradíos que nunca alcanzaría tu
vista para ver un final, es el que tiene más control del el gobierno, es el más
fuerte, el más audaz; con sólo mencionar su nombre los zetas tiemblan como
niñitos asustados.
Pancracia: Me gustaría conocerlo
(suspirando).
Narco: Paciencia carnala, ya
llegará el momento de conocer a mi patrón.
El narco se fue muy contento de
ahí porque parecía que su plan estaba funcionando a la perfección. Comenzó la
segunda fase de su plan y llevó al joven a una cantina que era muy visitada por
Pancracia y lo desnudó dejándolo con sus bóxers con flores y dijo:
Joven: Explícame de nuevo por qué
tengo que estar desnudo en un bar ¡y entre tanto borracho!
Narco: Calla que comenzará la
segunda etapa de mi plan.
De pronto entrando por la puerta
llega Pancracia, el narco se le acerca y le dice muy extenuado:
Narco: Señorita Pancracia, rápido,
necesito su ayuda. Fíjese que mi patrón,
(del que le conté la otra vez) se ha visto envuelto en una balacera y ha
perdido toda su ropa porque la han desgarrado y está desnudo.
Pancracia: ¡Qué pena! Veré qué
puedo hacer. ¡Hey tráiganse ropa para este gentil ser humano! Toma, espero que
sea de tu medida (al joven).
Joven: Muchas gracias.
Pancracia: Oye pero tú no eres
como me lo ha descrito tu amigo. Él me ha dicho que eras el más aterrador de
todos los narcotraficantes y yo sinceramente te veo p´al perro.
Narco: Perdóneme por interrumpir
señorita Pancracia, pero no siempre importa el cuerpo o la cara o los ojos o …
bueno en fin importa la maña.
Pancracia: En eso sí te he de
decir que sí. Entonces joven, ¿podría saber su nombre?
Joven: Mi nombre (tonto por la
belleza de Pancracia)…
Narco: Mi patrón se llama Javier
de la Concepción Espinoza García de la casa de los López.
Pancracia: Pero bueno, ¿quieres
que te de un raid a tu casa?
Joven: Tatatatatata
Narco: Perdón por la idiotez de
mi patrón, el quiso decir por supuesto que sí.
Pancracia: Me parece un poco raro
tu patroncito este. Debo decir que odio las mentiras; y los que han osado
mentirme se encuentran en el Río Bravo y no muy vivos que digamos.
Narco:¡oh, no! Por supuesto que
nunca le mentiríamos. Es sólo que mi patrón es un poco tímido (sarcástico) y no
se podría resistir a tanta belleza como lo es usted.
NOTA: la joven Pancracia pesa ciento
cincuenta kg, es morena y tiene una cara de los mil diablos.
Pancracia los lleva en su FORD
lobo a los dos. El narco muy nervioso pues el joven no tiene ni dónde caerse
muerto, de pronto se le viene a la idea un plan.
Pancracia: Entonces… ¿dónde los
tiro?
Narco: Pues…
Pancracia: Órale m´ijito porque
no tengo tu tiempo.
Narco: Dos cuadras más adelante encontrarán
una casa de cuatro pisos con portones de acero y con muchas ametralladoras a
los lados.
Pancracia: Espera un momento
(aterrada) ¿Ésa no es la casa de los Juárez, los más peligrosos de esta tierra?
Narco: Esa misma.
Pancracia: ¿Sabes? Me casaría con
quien fuera si incendiaran esa casa y me trajeran a don Sebastián con ustedes,
pero bueno, creo que Dios no concede antojos ni endereza jorobados… ¿verdad?
Narco: (pensando) Aja, sí…
Pancracia: Bueno, por aquí los
dejo porque no me quiero meter en problemas.
Narco: Muchas gracias señorita Pancracia
Pancracia: Bueno, me despido.
Se baja del coche, toma al joven
y le da un beso en la mejilla. El joven se desmaya. Pancracia sube a su
camioneta y se va dejando una nube de polvo a su alrededor. Se quedan los dos
parados en esa esquina.
Joven: ¡Qué mujer! ¿no lo crees,
mi amigo?
Narco: (sarcástico) ¡No, sí! Qué
mujer. Bueno, creo que he pensado en un plan y es el más fácil del mundo. Lo
que tienes que hacer es: quemar la casa de los Juárez que son los más temidos
del pueblo y llevar a don Sebastián a la casa de Pancracia. Pero claro,
contando que tiene a mil hombres protegiéndolo hasta cuándo va al baño. Pero sé
que lo vas a lograr.
El joven reacciona de a golpe.
Joven: ¡¿Que qué tengo que hacer?!
Narco: Lo que acabas de escuchar.
Pero no temas, yo te ayudaré.
Al otro día el narco entra a la
casa de los Juárez y pide hablar con don Sebastián pero ya con su astuto plan.
Sebastián: ¿Qué quieres? ¿Qué no
ves que se acerca Navidad y año nuevo y que tengo que hacer muchos cuetes?
Narco: Sí, de hecho a eso venía. Quería
comprarle unos cuantos cuetes.
Sebastián: En ese caso sígame y
veremos la mercancía.
Bajan por unas escaleras tan
largas y sombrías donde nunca toca el sol y se ve una puerta al final del
pasillo. Entran y el narco se queda babeando porque hay tanto cuete como el que
nunca había visto en su vida.
Sebastián: ¿Por qué esa cara? ¡Ah,
ya sé! Estás sorprendido ¿verdad? Sí, esa sensación causan mis cuetes.
Narco: Sí, claro.
De pronto prende un cigarro y lo
avienta hacia los cuetes agarra a don Sebastián y se envuelven en una sabana
resistente al fuego. La casa de don Sebastián sale volando por los cielos así
como el narco y don Sebastián.
El narco llega con el joven y con
don Sebas los dos achicharrados.
Joven: Narco, eres mi ídolo ¿cómo
te lo puedo pagar?
Narco: Sólo llévaselo y sé feliz
mi amigo.
Los dos van hacia la casa de Pancracia
y le llevan a don Sebastián, abren las puertas y don Juan (que era el padre de Pancracia)
queda atónito y le sonríe, y, sin dudarlo, le ofrece la mano de su hija el
joven, quien se alegra y el narco también.
Pero, después de un año de
maltratos sin sentido de Pancracia y le dice al Narco: Oye amigo un último
favor: ¿me puedes llevar al Río Bravo? (el joven iba con un tabique atado a su
pie)
Joven: Es que este amor durará
hasta que yo viva y pues ya me harté así que: adiós a mi vida.
Narco: Si así tú lo quieres, vamonos
p´al Río Bravo.
Y este cuento se acabo
Alfredo López Ortega
Conalep 153
Teziutlán Puebla
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