jueves, 1 de diciembre de 2011

Discurso 5: Discriminación de clases sociales y desigualdad de oportunidades

Buenos días.

Estamos hoy reunidos en lo que es, el centro de nuestra capital, Puebla, “la ciudad trazada por los ángeles”, para exponer un asunto que muchos deciden echar al olvido, un problema del cuál todos conocemos; algunos lo practican, otros más, son víctimas: me refiero a la discriminación de clases sociales y consigo lleva arrastrando a la desigualdad de oportunidades.

Éste es un tema de vital importancia del que me interesa hablar, ya que nos encontramos en una situación bastante indignante y degradante para el ser humano.

Es bien sabido que en la historia de nuestro México, en la época colonial, la población estaba dividida en clases sociales, mejor conocidas como castas; las personas que pertenecían a castas que no eran la española eran tratados como inferiores, criados o esclavos, sometidos a los privilegios de los españoles, sin darles la oportunidad de una vida y trabajo digno, con la duda de darles o no educación. Actualmente se podría decir que nuestra sociedad no se basa en castas, que todos somos iguales ante la ley y los ojos de Dios, que tenemos los mismos derechos y obligaciones, de dar y recibir; pero esto no es así. Hoy en día la gente es separada por desigualdades en cuanto a capital y tiene más oportunidades de conseguir un mejor trabajo, de recibir un mejor trato, de tener al alcance todo lo que desea.

Yo miro con indignación a personas que sólo por tener un capital estable, hacen de menos a personas que desafortunadamente no cuentan con los recursos necesarios, los hacen de menos, como si no fuéramos iguales.
Da coraje saber que a un joven (que no tiene las posibilidades de pagar una escuela privada), se le reducen las posibilidades de entrar a una universidad pública debido a las altas demandas que éstas tienen, y no encuentra la forma de continuar sus sueños de superación académica, se ve a la necesidad de truncarlos, y cuando logra entrar a una escuela privada es discriminado tan sólo por su situación económica, sin imaginarse los grandes esfuerzos y trabajo con los que logra ajustar el dinero suficiente para las colegiaturas; de cómo es explotada una mujer que trabaja para personas de “clase alta”, y cómo estos le pagan con un sueldo mínimo, aún sabiendo de antemano la gran cantidad de labores que le dieron a realizar; cómo la gente mira con desprecio a los pobres; de cómo es que no se reparten por igual oportunidades, de que no se reconocen los derechos, de que cuando se comete un delito la justicia se inclina hacia el que tiene más dinero.

Eso es lo que nosotros pedimos ¡JUSTICIA!, ¡JUSTICIA PARA TODOS Y CADA UNO DE LOS CIUDADANOS DE ESTE PAÍS!

No es posible continuar con esta actitud de distinción, de rechazo.
Debo recordarles que todos respiramos del mismo aire, todos somos seres humanos, y como tales merecemos el mismo trato, que se reconozcan los mismos derechos y las mismas obligaciones para cada persona, sea cual sea su estado económico, tenemos derecho a la salud, educación, trabajo, trato y vida digna.

Yo pido respeto, el respeto es aceptar y comprender tal y como son los demás; aceptar y comprender su forma de pensar, de ser, su situación, aunque no sea igual que la nuestra; sólo así podremos realmente llegar a crecer como personas, como hermanos y cambiaremos a un México mucho más hermoso de lo que ya era, con equidad, con justicia, con respeto y con amor.

Diana Laura Ramos Aca
Plantel Puebla II

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