CARTA A UN GASERO QUE ME VENDIÓ EL TANQUE DE GAS TOTALMENTE VACÍO
Jueves, 20 de octubre de 2011
Estimable señor:
Le he pagado a usted tranquilamente el dinero que es para el gas y tal vez le va extrañar esta carta que le voy a dirigir.
Cuando usted colocó el gas en el lugar que yo le dije, no me había dado cuenta del gran desastre ocurrido. En el momento que se fue, yo muy contenta, me dirigí hacia el tanque de gas que anteriormente me había vendido; porque al fin iba a poder cocinar, todos iban a disfrutar mis deliciosos platillos y postres. (Le iba a preparar un pastel a mi mamá ya que era su cumpleaños, por cierto estaba muy feliz).
Pero cuando iba a comenzar; mi sorpresa fue que no prendía la flama de mi estufa y en ese momento me empecé a preocupar porque era la primera vez que me sucedía; es el motivo de esta pequeña carta; cuando mi mamá se enteró se puso triste porque ya no le iba a preparar el pastel que tanto le gusta.
Es preciso recordar que usted me había dicho en el momento que colocó el gas en el lugar correspondiente que era una muy buena marca de gas; que era el mejor, que rendía más que los demás y que no me iba a decepcionar por ningún motivo, que todo iba a estar bien. Me prometió que el tanque que me vendió era el que más gas tenía de todos y yo le sonreí.
Me esperé al día siguiente para decirle que la promesa que me había hecho; fue todo un fracaso. Y aquí estoy dirigiéndole la carta, en lugar de insultarlo con palabras violentas hasta que me quedara ronca.
No pude estar en la cocina, ni ver la estufa que no podía prender por culpa del tanque de gas que usted me vendió, me encontré ante una estufa triste. No tengo ni la mínima idea de porqué promete cosas y en realidad no son, allí esta la gran estufa que me hacía muy feliz (hasta el día que usted me vendió el gas) en un rincón triste y abandonada.
Cuando todos mis esfuerzos fallaron, me puse a considerar cuidadosamente el trabajo que usted realiza. Lo único que sé es que hay tanques de gas que me duran hasta un mes y otros en cambio me duran dos meses, pero en fin, por cierto este no me duró nada.
Cuando se me terminó el gas decidí hablarle a usted por teléfono porque me lo habían recomendado además de que usted me convenció que era un buen gas, que duraba mucho tiempo y era la marca de todo el mundo más duradera, aparte de ser considerada la mejor por varias personas y estas nunca antes habían tenido alguna queja o algún momento desagradable.
Después de analizar la situación he sacado mis propias conclusiones que por cierto son feas: que usted no ama su oficio. Si usted, dejando aparte todo resentimiento, viene a mi casa y se pone a contemplar mi tanque de gas vacío, ha de darme toda la razón.
Mire usted que desatención que no revise sus tanques que estén llenos antes de salir por las calles a trabajar.
Pero basta ya. Le decía que usted no le tiene amor a su oficio y es cierto. Es también muy triste para usted y peligroso para sus clientes, que por cierto no tienen dinero para andarlo malgastando.
Esta carta no intenta abonarse la cantidad que yo le pagué por su obra de descuido. Nada de eso. Le escribo sencillamente para exhortarle a amar su propio trabajo. Le cuento la tragedia de mi tanque de gas para infundirle respeto por ese oficio que la vida ha puesto en sus manos; por ese oficio que usted aprendió con alegría en un día muy feliz de juventud... Perdón; usted es todavía joven. Cuando menos, tiene tiempo para volver a comenzar, si es que ya olvidó cómo atienden a los clientes y como revisar todos los tanques para que ninguna persona sufra lo que yo he vivido.
Nos hacen falta buenos gaseros, que vuelvan a ser los de antes, que no trabajen solamente para obtener el dinero de los clientes y hacerse multimillonarios, sino para poner en práctica las sagradas leyes del trabajo. Esas leyes que han quedado irremisiblemente burladas en mi tanque de gas vacio. Por cierto fue muy triste.
Quisiera hablarle del gasero que le vendía a mi mamá cuando yo era muy chiquita, que siempre revisaba los tanques de gas de mi madre antes de dárselos y cobrarle el dinero que costaba ese tanque. Pero esta carta no debe catequizar a usted con ejemplos.
Sólo quiero decirle una cosa: si usted, en vez de irritarse, siente que algo nace en su corazón y llega como un reproche hasta sus manos, venga a mi casa y recoja mi tanque de gas vacío, intente en él una segunda operación, y todo se arreglará (bueno, por lo menos yo quedaré satisfecha con esto que haga)
Yo le prometo que si la flama de mi estufa enciende, le escribiré una hermosa carta de gratitud, presentándolo en ella como hombre cumplido y un buen gasero. Además mi madre estará muy agradecida y feliz por su pastel que anteriormente le había mencionado.
Soy sinceramente su servidora.
FIN
Mary Laura Morales Delgado
CONALEP Tehuacán 150
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Recuerda que tu mensaje pasa por un proceso de moderación para aparecer publicado.