viernes, 28 de octubre de 2011

calaveras de la lengua suelta

Que comienzo y que comienzo
yo no quiero comenzar
pues la lengua se me suelta
y no me puedo callar.

El arquitecto ingeniero
Francisco de Padua Flores,
fue a comprar un archivero
para llenarlo de autores.

Pero la muerte agorera
le dijo ¿a dónde compadre?
¿Te piensas que soy cirquera,
acaso quieres que ladre?
Me voy a llevar quinientos
muertos o acaso tres mil
no faltan conocimientos
falta lumbre de candil
pues los huesos se me sueltan
con el peso del misil.

Maricarmen Reyes Rojas
−Le preguntó a la calaca
¿Y tu porqué te sonrojas?
¿porqué armas tanta alharaca?

−Ay−, le dijo hipocondriaca−,
es que te veo muy sanita
y te quiero preguntar:
es que comes manzanitas,
o delicias del lugar?

Como lo que tú mencionas
pero lo que me mantiene sana
es que toda la semana
escombro mi corazón
y le escribo una canción
con hermosa melodía
al Señor sol y a la vida,
y aquellos que me rodean.

Y la muerte avergonzada
se a fue rumiar su amargura
por que se sintió abrumada
y se fue a su sepultura.

 
A buscar a Silver vino
la calaca compugida
con un problema genuino
difícil de resolver.
No te quiero distraer
pues tienes mucho trabajo
pero ya casi me rajo
y no me quiero caer.
Con la garganta reseca
le expuso su problemón
no quiero darte un jalón,
pero tengo que llevarte
pa´que instales la señal
de mi Ipad y de mi fax,
y de mis ocho impresoras.

−No es que no quiera ayudarte
me tienes que comprender
es que tengo que atender
problemas de veinte días
y cuarenta asesorías
y quinientas comisiones.
Venme a ver todos los días
como aquello de las diez
y si no estoy en la red
me buscas en holograma.

Pues se fue la muerte lenta
rascándose la pelona
se me hace que por mandona
me quedaré polvorienta.


Estaban los contadores
haciendo sumas y restas
buscando en qué restaurant
o en cuáles gasolineras
cuando la muerte angustiada
llegó corriendo, abnegada,
para esperar con paciencia
que entregaran cuentas claras.

A la primera que vio
fue a Lupita que anotaba
en un cacho de papel
recados pa´ sus cachorros.
No me lleves muerte bella
les estoy tejiendo gorros
no quiero ser leguleya,
no quiero que pasen frío
y del clima no me fio
ni me duermo en mis laureles.

Entonces quiso probar
con esa muchacha atenta
que parecía tan contenta
y que se llamaba Luz.
Mas Luz estaba arrobada
recordando con ternura
la grande buenaventura
que le enseñó a trabajar
y al mismo tiempo a soñar,
mientras l0s demás callaban.















Ya casi decepcionada
se dirigió hasta la esquina
la flaca calaca albina
donde encontró a José Luis.
Y lo primero que vio
sin ninguna cortapisa
fue aquella grande sonrisa
que la puso del revés.
−A ver, ¿qué quieres oír?
el chiste es vivir cantando
lo tienes que convenir.
Ya se va la calavera
con las dos manos vacías
mas con nuevas alegrías
buscando otra compañera.



  Raquel olvera




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