Estoy
en medio del monte, puedo oler el aroma fresco a las flores; pinos; puedo
rescatar ese olor a frescura y tranquilidad absoluta, puedo notar el roce del
aire en mi rostro. También me percato del cantar de los pajarillos; como una
música clásica; apoyada por el hurtar de las ardillas corriendo por las ramas
viejas y frágiles de los árboles. Me pude quitar los zapatos y así poner mis
pies encima del suelo; podía reírme por el roce con el pasto, piedras y tierra
del suelo; pero no sentí una molestia
por estar así.
Comencé a caminar con los
ojos cerrados y noté claramente la calidad del aire y el suelo; pasando un
momento me entraron ganas de recostarme
en el pasto. Abrí mis ojos y noté el pasto verde color limón, decorado por
piedras de diversos tamaños, formas y cualidades; también estaba acompañado por
flores hermosas y de un buen olor. Me senté y de nuevo volví a cerrar mis ojos;
me dejé llevar por lo que quería mi cuerpo hasta que terminé acostada y
abriendo los ojos miré el cielo y noté esas nubes de color indefinido (azules,
blancas) roseadas por los rayos del sol, dando un color tornasol y eso me
parecía acogedor, la decoración de dicha visualización eran los pajarillos de
diversos colores y con sus cantares diferentes; hacían una melodía hermosa y
nueva que jamás había oído, me sentí cómoda y feliz.
Pasando el rato me levanté y
coloqué los zapatos en mis pies; caminé lentamente hacia arriba donde estaba
ubicado un cerrito acompañado por unos hermosos arboles; pero no todos estaban
llenos de vida sino que también en el panorama se encontraban árboles muertos y
secos; pero no afectaba la calidad de aquel paisaje ya que es tal cual la vida
real; no todo es hermoso y de buen parecer sino también podemos encontrar
claramente problemas y tempestades que nos suelen afectar; pero al paso del
tiempo nos hacemos como los arboles viejos; fuertes, aparentamos sabiduría y un
conocimiento amplio de la vida y sus alrededores.
Llegando a la parte más alta
del cerro mire hacia abajo; inmediatamente tuve un pensamiento infantil
“aventarme por un costado, permitiendo rosar mi total cuerpo con todos los animalitos, pasto, tierra del
suelo”. Estando realmente decidida lo hice y sonreía, reía y gozaba de aquel
cálido momento. Al llegar a la cumbre del monte, me levanté aún sin poder parar
de reír; pero lo que me hizo detenerme fue el sentir el caminar de unas
diminutas patitas por mi cuello y cuidadosamente lo tomé en mis manos; noté que
era una mariquita, me senté encima de una piedra enorme y me la coloqué en las
piernas, empezó a caminar hacia mi estomago y me percaté de los hermosos
colores de su capa y sus alas diminutas; lo curioso era que no se alejaba de mí.
Llegando la oscuridad tomé
mis cosas y me empecé a despedir de ese hermoso panorama; pero no se me olvidaba
esa hermosa mariquita que poseía en mis manos suaves, doblé mis rodillas y mi
espalda para colocarla en el suelo; pero me percaté de que no se bajaba de mi
mano al contrario subía; abriendo sus alas hasta llegar a mis hombros. Sonreí y
miré al cielo, caminé lentamente hasta alejarme de ese hermoso lugar que ahora
hago llamar el hogar de mi felicidad y mi abrigo en la soledad.
Jamila Del
Pilar Castillo García.
Plantel
Teziutlán 153
Contabilidad.
Muy buena descripción, es un hecho Jamila que te gusta la naturaleza, supongo que a todos nos apasiona y nos llena de felicidad, algo que me gustó es que no describes pura belleza y hermosura, también admites que en un paisaje en ocasiones hay una tempestad “tal cual la vida real” también podemos encontrar claramente problemas que nos suelen afectar, eso me gustó. Además el hecho de leer como convives con esa mariquita es digno de mencionar pues muestra como la vida está en armonía contigo, casi siempre la vida está en armonía con nosotros pero nosotros no estamos en paz con ella, por eso me gustó saber cómo te llevaste con esa mariquita.
ResponderEliminarSaludos y sigue escribiendo así.
Jahaziel Guzmán
Conalep Puebla I
Mecc-206