Un mundo sin gente 1: “El silencio abriga”

El silencio abriga mis oídos con tal sigilo, penetra la luz de un rayo en mí, un tono apetitosamente anaranjado, siento que es miel. Está a punto de ponerse el sol y el cielo está vestido de colores, es hora de admirar, veo los pastos obedientes como se doblegan cuando son noblemente acariciados por el viento.

Mis ojos se cierran y en silencio admiran la grandeza y la majestuosidad. A lo lejos miro pinos y árboles que crecieron a la orilla del río; crecieron altos y con sus hojas hacen ondas en honor a la naturaleza. Escucho agua que proviene del río, hay musgo en la enorme roca que tomé como asiento de primera fila.

Es el momento perfecto en el que el día se intercambia por la noche, se han turnado y justo ahora veo el punto medular del ocaso, un lucero en el cielo anticipa la llegada de su amiga la noche, y mi nariz percibe un aroma a flores jazmín, me quedo perpleja.

En este preciso momento soy espectadora de la conspiración entre la luz y la oscuridad, la puesta de sol tan amable me da su última escena antes de ceder el escenario a la noche, diviso a lo lejos flores que despiden los últimos rayos de luz con un beso, y admiro como la oscuridad en cuestión de minutos se apodera del entorno, es conmovedor para mí.

Los colores del cielo están cambiando se hacen cada vez más opacos y fuertes, yo no hablo me quedo muda y tengo ganas de aplaudir porqué me encantó la obra que la naturaleza con tanta bondad preparó para mí.

Itzel Rosas Caballero

Conalep

Teziutlán, Puebla.