jueves, 25 de octubre de 2012

Transmutación 2: Como empezó, terminó.


 

Los primeros días estuve en una caja donde nada se veía. No escuchaba más que la risa de los niños que pasaban cada segundo junto a mí y así permanecí hasta que un día, con mucha suerte me compraron. Fue tan excitante poder salir de esa tienda por primera vez pues esperaba mi momento para  poder jugar con ellos divertirme volar por los cielos.

 La primera cosa que vi fue a un niño que, tan rápido como colocó sus manos sobre mí, me pateó con gran fuerza, me elevó tanto que sentí volar; vi el sol, y las nubes como algodones en el cielo tan azul como lo había imaginado. Me sentí tan lleno de alegría que no creo que ninguna palabra pueda describirlo.

Así pasó el tiempo y cada día me sentía tan feliz jugando y jugando sin parar, me pregunto cuántos pies me habrán pateado, ¿cuántas veces pude oír la voz de los niños jugando conmigo? Pasaron grandes momentos jugando conmigo cada día igual que el anterior. A veces me sentía solo porque regresaba a mi caja y no podía aguantarme de las ganas de salir pero no sucedía pero aunque pasara mucho o poco tiempo sabría que me sacarían.

Un día de lluvia estábamos jugando contra muchos niños, el mío en especial, estaba divirtiéndose como de costumbre; nada parecía raro pero algo que me cambió para toda mi vida: mi niño resbaló conmigo y así como resbaló no lo vi pararse como de costumbre; se quedó ahí acostado a lo lejos, se escucharon sirenas que venían de una ambulancia que se llevó a mi niño y yo me quedé allí, en ese campo de futbol esperando a que volviera por mí; pero en vez de eso, su mamá vino por mí y me metió en mi caja y pasaron años y nada pasó; sólo estaba hay en mi caja como un prisionero.

Como empezó, terminó. Empecé en una caja y terminé en una caja. Qué irónico: mi alegría se fue acabando poco a poco y sólo quedó el odio en mi corazón.

De pronto oí pasos de una persona; pensé que sería lo habitual que agarraría otro objeto bajaría y pasaría un largo tiempo para que el volviera a subir; pero ese día no fue así. Me sujetaron y me llevaron muy lentamente a una mesa; me sacaron la luz del sol; me cegó un momento, pero cuando por fin pude ver, no creí lo que veía: vi a  mi niño que ya era una persona adulta y no puedo describir la alegría que sentí. Fue como si lo hubiera visto por primera vez. Me sujetó muy fuere y pensé que me patearía pero lo que vi me lleno de tristeza porque él no tenía una pierna y a él estaban ligadas dos muletas. Sentí ganas de morir porque sabía que yo había sido el causante de eso y no me atreví a mirarlo. De nuevo todo ese rencor que había sentido por él me regresó: un odio a mí mismo. Pero él me volteó y fue como si existiera siempre. Y una gran sonrisa me derritió el corazón. Me sujetó, me llevó su patio y vi dos niños jugando a las carreras. Él les dijo: Les tengo un regalo. Algo que me hizo ser un verdadero niño, es mi balón preferido. Me sujetó y me lanzó hacia a ellos. El niño me pateo y de nuevo vi el cielo tan azul como lo recordaba.

Alfredo López Ortega

CONALEP 153 puebla  

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Recuerda que tu mensaje pasa por un proceso de moderación para aparecer publicado.