Autobiografía
Cosas que sé de mí
antes de nacer.
Por años muchas cosas he escuchado acerca de mi vida, de cómo ésta se fue
dando, sé que cuando mis padres se unieron eran muy jóvenes, mi madre tenía
sólo 17 años y mi padre 19. Mi madre, Paulina Gómez Molina, es huérfana de
madre desde los 4 años, mi padre Alberto Fabián Islas Escobedo, es huérfano de
padre desde los 15 años. Las condiciones en que vivieron por varios años, fue
de precariedad. Mi madre no tuvo apoyo de mi abuelo y tuvo que padecer las
malas caras y tratos de sus cuñadas (mis tías). Mi hermana Edith, llegó cuando
mi madre tenía 18 años y mi padre 20.
Mi
madre lucho mucho por cuidarse de no tener más hijos (al menos por unos años
más), en lo que se acoplaban y construían algo para vivir. No le quedaba un
método para poder prevenir el embarazo. Durante 3 años, mi hermana fue hija
única y le tocó ver muchas cosas desagradables, carencias, insultos, golpes,
peleas, etc.
Un
día mi madre notó (después de casi 2 años) que no le llegaba su periodo, se
preocupó. Las cosas al momento eran mucho más complicadas, papá no tenía empleo
fijo y mi madre era la única que trabajaba. Al ir a revisión le confirmaron:
¡nuevamente estaba embarazada! A mi padre no le pareció muy malo. Cuando yo
nací (mi papá que ya había cumplido 23 años y mi madre 21) andaba dando
serenatas a unas personas que vivían cerca de la casa. Con su compadre y amigo
Don Victorino, habían acordado que de ser nuevamente niña le llamaría
Wendolyne. Mi madre entró en trabajo de parto cerca de la 1 de la mañana.
Corrieron a buscar a mi padre y al escuchar esto corrió, mientras Don Víctor le
decía, ¡será niña y se llamará Wendolyne!. Me cuentan que curiosamente, cuando
encontraron a mi padre, estaban iniciando a cantar la canción de la Rondalla
del Saltillo que lleva por nombre Wendolyne.
Nací
con la ayuda de una partera, Doña Fermina, vecina y amiga de mi familia (no
cualquiera tiene el privilegio de conocer a quien le ayudó a nacer). Doña Fermina le gritó a mi padre que fuera a
preparan un té para mi madre y que antes viera cómo es que sufría una mujer al
dar a luz, para que así la cuidara y evitara dolores futuros. Mi padre no aguantó.
Salió a preparar el té y tardó mucho… Cuando llegó con el té, yo ya estaba afuera.
Crecí
con mucha libertad en medio de mi encierro en la casa. Peleaba mucho con mi
hermana Edith, quien sufrió de tener que cuidarme como mi madre, cuando salía a
trabajar. Nos dejaba con muchas tareas por realizar. Cuando llegó Ana, la
hermana que sigue de mí; tampoco se lo esperaban. Mi madre se confió por
amamantarme y quedó nuevamente en espera de bebé. Ana Laura por muchos años me
acompañó en mis soledades, llantos, alegrías. Tiene la capacidad de ser
amorosa, franca y valiente. Finalmente llegó Fabiola, la última de cuatro
hermanas, quien creció con facilidad, libre y llena de amor y apoyo.
Lo que me contaron. Ya no me llamaron
Wendolyne, porque dice mi padre que perfería Verónica, pues así se llamaba una
ex novia suya. Por esta razón, me costó mucho aceptar mi nombre en alguna
época. Lo que mi hermana Edith nos cuenta es que por culpa mía, recibió en
varias ocasiones no solo regaños, castigos, sino también, golpes y feos. Me
cuenta que de niña yo fui muy protegida por mi padre y que cuando algo sucedía
mientas mis padres salían a trabajar, cuando volvían se enteraban por mí, pero
con grandes modificaciones. En la mayoría de las versiones que contaba, me
ponía como víctima. Edith bromea de vez en cuando comparándome con la
chilindrina.
Mi
abuela paterna, me cuenta que desde pequeña he sido libre, apegada a ella,
aseada y organizada. Cuenta que cuando me vio por primera vez, no me encontró
parecido con mi padre. Que estaba muy pequeña y bastante belludilla, pero
cuando crecí casi de inmediato recurrí a ella para aprender a cocinar, hacer
tortillas, tlayoyos, mole, guisos, platillos que ella cocinaba a la perfección.
Mis
padres me cuentan que realmente (ahora, a distancia de los acontecimientos),
notan que fueron muy crueles y exigentes con nosotras, pero que jamás y nunca
lo hicieron con alevosía, sino para protegernos, que no querían que nos
humillaran o nos pasara algo que nos pusiera en peligro. Hablando de peligro,
mi mamá me narra una anécdota que me eriza la piel. Cuenta que cuando yo tenía
cerca de un año, era muy común en esas épocas que a Zaragoza (mi tierra natal),
llegaran húngaros ó gitanos con las ferias. Dice que frente a la casa se
ubicaron y que ella me llevaba en brazos cuando, de repente, una mujer de tez
blanca, con naguas de colores vivos, con una cinta en la frente, cabello largo,
largo, rubio y de ojos azules, se le acercó. Le preguntó si la bebé que llevaba
en brazos era de ella y mi madre asintió. La gitana quiso tocarme y mi madre
intento alejarse con rapidez, pero la gitana se lo impidió. Le dijo que quería
que le regalara a esa bebé puesto que con ella estaría mejor, que no fuera
tonta, que sabía por qué se lo decía, que de todos modos, algún día seria de
ella ó que en su defecto, yo tampoco sería de mi madre pues me iría muy lejos.
Mi madre se aterró, como pudo, con fuerza, salió empujando a la mujer y
corriendo hacia la casa. Puso cerrojo y no salió hasta que llegó mi padre. Me
cuenta que desde entonces, no le gusta ir a circos ó saber que los húngaros o
gitanos están en el pueblo.
Las
notas que hacían los maestros en las boletas de la primaria y secundaria, dice
mi madre que son referentes de cómo yo era en esos tiempos. Mencionan que era
muy solitaria, me aislaba, mencionaban que notaban mi inteligencia, artística,
con solo el apoyo de mi madre, ausencia de mi padre, que era limpia y ordenada
con mis cosas. Lo que más llamó mi atención fue una observación que hiso una
maestra de sexto año, quien escribió, llegará muy lejos, pues tiene la
capacidad de hacer lo que quiere, es libre, difícilmente hace mal algo que le
apasiona o le gusta.
Lo que recuerdo. Recuerdo que me era
motivo de tristeza ver a mis padres levantarse temprano para salir a trabajar,
así como también el escuchar por las noches sus conversaciones de cómo es que
le harían al otro día para alimentarnos o pagar los gastos. Guardo celosamente un
recuerdo, en el que aún guardo la sensación de felicidad que destilaba todo mi
cuerpo, cuando en una ocasión mi padre, al volver del trabajo, regresó con una
caja llena de dulces y las cuatro nos llenamos de felicidad. Me recuerdo en una
esquina de la cocina observando a mis hermanas comer, sin comer los dulces que
hallaban, mientras yo degustaba un muégano (la primera vez que probaba uno). La
textura chiclosa, lo pegajoso, arenoso y dulce de ese dulce marcó mi vida.
También
me recuerdo la mayor parte del tiempo de mi niñez acompañada de mi abuela
paterna. Ella me enseño a comer quelites, a hacer tortillas a mano, tlayoyos,
etc., me mandaba con mis hermanas y primos a ofrecer casa por casa en el pueblo
y vendíamos todo. Al final nos daba $5.00 y una gelatina. Desde muy pequeña
aprendí a relacionarme con gente, a hablar, a trabajar y a escuchar. A los 8
años mi tía Toña (hermana muy querida de mi padre, quien hace 7 años falleció
de cáncer), nos enseño su arte, su profesión y nos decía que era la mejor
herencia que nos dejaría. Aprendimos entonces el estilismo profesional. A mis 8
años ya cortaba cabello, hacía permanentes (o bases), tintes, maquillaba,
peinaba, hacía tratamientos capilares, pedicura, manicura, faciales, etc.,
claro que con un banquito como apoyo, porque era aún más pequeña que ahora. Nos
llevaba a jornadas comunitarias, en donde hacíamos todo gratis a la gente que
más lo necesitaba. Aprendí de mi tía Toña el ser solidario, el ayudar a toda la
gente que pudiera, que jamás se niega un vaso de agua, comida y saludo.
Recuerdo
que mis padres no tuvieron queja de mí, me comportaba como me educaron. Era
responsable, educada y cumplida. Mis recuerdos de todo lo que me ha sucedido,
se reducen en decir que haya sido como haya sido ó como lo percibí e interpreté,
ha sido la mejor vida que me ha tocado vivir y de ser necesario la volvería a
vivir tal cual, con los mismos puntos y comas de esta. He sido realmente feliz,
creo que no me debe nada la vida y mucho menos la gente que amo y me rodea.
¡Estoy en paz!
EJERCICIO # 2
Nombre: Lic. Verónica Islas Gómez
Plantel: 153 Teziutlán, Pue.
Cargo: Enlace Académico